Bendigo al cielo por mi piel azabache

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Isai Arosemena
"¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¿Y qué? ¿Y qué? ¡Negra! Sí, ¡negra soy! Y voy a reírme de aquellos que, para evitar —según ellos— algún sinsabor, llaman a los negros 'gente de color'. ¡¿Y de qué color?! Negro. ¡Y qué lindo suena!". Con versos tan poderosos como estos, de la compositora, coreógrafa y diseñadora peruana Victoria Santa Cruz (1922-2014), la población negra ha enriquecido la cultura americana por generaciones. Cuando hablamos de la población negra de Panamá, evocamos una mezcla de colores, sabores y tradiciones: el sabroso arroz con coco, los tambores vibrantes del soca y las alegres melodías del calipso. También sus trajes coloridos de congo y la belleza de sus labios gruesos y piel dorada. Sin embargo, no todos conocen el largo y doloroso recorrido que han atravesado, lleno de resistencia y arduo trabajo, para llegar a ser lo que son hoy. La etnia negra es ahora parte esencial de nuestra identidad panameña, un legado de nuestros ancestros, quienes llegaron —algunos como esclavos, otros en libertad— desde tierras lejanas, enriqueciendo nuestro acervo cultural. La presencia de la población negra en Panamá se remonta al siglo XVI, cuando los colonos españoles trajeron a esclavos africanos para reemplazar a la debilitada mano de obra indígena en minas y plantaciones. Los africanos no solo fueron utilizados como fuerza laboral en la construcción y agricultura, sino también como criados y sirvientes. Los esclavos africanos llegaron a Panamá a través de licencias otorgadas a compañías que practicaban la venta de seres humanos, un acto inhumano pero lucrativo. Estos esclavos eran transportados en barcos negreros conocidos como "ataúdes", llamados así por las deplorables condiciones a bordo, donde muchos no sobrevivían el viaje. Los esfuerzos de los esclavos africanos por lograr su emancipación son dignos de admiración. Después de años de esclavitud, algunos idearon ingeniosos planes, como usar las trenzas en las cabezas de mujeres y niñas para trazar mapas que los guiaran hacia la libertad. En 1807, la Cámara de los Comunes británica aprobó la abolición de la esclavitud en el Atlántico y las Antillas. La etnia negra en Panamá no solo tiene raíces africanas directas; también incluye a los afroantillanos, procedentes de las Antillas, que llegaron como personas libres. La primera oleada de migración afroantillana a Panamá ocurrió en 1850, cuando más de 45 000 jamaicanos arribaron para la construcción del ferrocarril transístmico, según el diario La Estrella de Panamá. En 1880, los franceses trajeron otros 39 000 jamaicanos para trabajar en la construcción del Canal de Panamá. Más tarde, cuando Estados Unidos asumió el proyecto en 1903, transportó alrededor de 19 900 trabajadores de Barbados. Aunque la mayoría provenía de Jamaica y Barbados, algunos migrantes también llegaron de Trinidad, Martinica y Guadalupe. Con el tiempo, la cultura negra se fusionó con otras tradiciones presentes en Panamá, volviéndose parte integral de la identidad panameña. Hoy, su gastronomía, bailes, vestuarios y peinados forman parte de nuestra panameñidad. Grandes figuras afropanameñas han enriquecido nuestra cultura. Autores como Melva Lowe de Goodin, Gerardo Maloney, Carlos E. Russell y Carlos Guillermo Wilson han escrito sobre la discriminación hacia los dos grupos étnicos que componen la comunidad negra en Panamá (afrocoloniales y afroantillanos), así como sobre la problemática de la identidad. En 2005, sus obras se recopilaron en Raíces africanas, una colección de cuentos y poemas. El legado de la población negra se honra con la celebración del Mes de la Etnia Negra en mayo, recordando sus orígenes, sus manifestaciones culturales y su influencia en Panamá y toda América.

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